Enero 19, 2016
"Un perverso narcisista destrozó mi vida"
Colaboradora anónima
Editado por Sonia Andrea Zoricic
Recibimos una colaboración anónima de una seguidora dispuesta a compartir su historia de noviazgo violento y hemos decidido publicarla para dar espacio y voz a mujeres que como ella, sufren silenciadas por el miedo y el dolor.
No es fácil ver la luz cuando vives en un infierno. Desafortunadamente hay mujeres que no han tenido la oportunidad de contar su historia porque la vida les ha sido arrancada.
Abracemos esta oportunidad de saber qué es un "perverso narcisista"*, cuáles son los indicadores de que estamos en una relación violenta, y cómo se siente una persona que sufre ataques físicos y psicológicos para poder pedir ayuda a tiempo.
Abracemos la generosidad de este testimonio. Abracemos su dolor y el de cada mujer que no se anima a hablar.
Todo comenzó cuando tenía 40 años. Estaba pasando por un duro proceso de divorcio sumado a una depresión. Ahí fue que conocí a mi perverso narcisista por Internet, chateando. Sin apenas contarle nada de lo que me ocurría, él ya detectó algo en mí y poco a poco le fui explicando la situación que estaba atravesando. Él se mostró con mucha dulzura, paciente, bueno, seductor, y me dijo que trabajaba de mosso de escuadra. En ese tiempo me hablaba mucho de leyes sobre maltratos. También me enviaba canciones cada día, frases bonitas y durante un mes hablábamos ocho horas por día. Él me decía que sería mi salvador, que velaría por mí. Un día nos conocimos en persona. Cuando nos vimos me dijo que se estaba enamorando de mí y yo le creí.
A los pocos meses me mudé debido al maltrato psicológico de parte de mi ex marido. Me fui a Barcelona capital donde compartía piso aunque estaba sin trabajo, sin casi dinero, e hice como pude.
Mientras tanto, yo seguía con la relación con mi perverso narcisista. Nos veíamos una vez a la semana y los demás días chateábamos. En ese momento yo me dedicaba a buscar trabajo, pues mis recursos económicos eran una pequeña ayuda del Inem de 420 euros e iba sobreviviendo como podía.
Bien, poco a poco resultó que mi perverso narcisista empezó a pedirme prestado dinero. Poca cosa, pues decía tener muchos gastos pues su madre estaba enferma y yo le ayudaba. Por un lado me extrañaba pero estaba tan metida en mis problemas, sin mi familia para apoyarme (me había dado la espalda), la lucha por mi divorcio... no podía ponerme a sospechar nada.
Él me seducía cada día, me decía que me quería…todo era muy romántico.
A los dos meses vino un día y me dijo que lo habían echado del cuerpo de mossos porque estaba investigando algo que los jefes no querían y yo le creí. No pensé nada raro pues confiaba en él. Pero a los pocos meses su actitud comenzó a cambiar. Se metía en mis problemas de divorcio, tuvo enfrentamientos con mi familia, hubo denuncias contra él y viceversa y yo estaba metida cada vez peor. Una historia muy larga que contar pues hubo juicios, ataques hacia mí de las dos partes y entonces entré en una depresión aún peor.
La violencia y el engaño
A raíz de todos estos conflictos empezaron las primeras agresiones físicas por parte de mi perverso narcisista: empujones, amenazas de matarme, de romperme la cara. Y yo me quedaba en shock ¿que pasó con ese dulce, bueno, y atento hombre que yo conocí?
“Yo salía corriendo, huyendo, pero él me alcanzaba. Lloraba incrédula y entonces él me pedía perdón. Me decía que era consecuencia de los celos, del alcohol, etc.”
Lo perdonaba porque me creía enamorada. Pasaron unos meses y un día se dejó abierto su correo en mi ordenador entonces vi que estaba chateando con otras chicas en su Facebook. Fue entonces cuando quise dejarlo y se lo dije pero se ponía a llorar diciendo que era todo virtual, que no era nada y yo lo perdoné, pero cada vez me sentía más hundida. Me dio sus contraseñas para que yo pudiera mirar su correo y corroborar que no había nada pero un día discutimos y él me empezó a culpar por meterlo en mis problemas, por los juicios, por todo y me sentí tan mal y con todo mi sufrimiento a cuestas, intenté suicidarme tomando 30 pastillas.
Cuando desperté estaba medio drogada en el hospital. Él estaba allí y fue quien me había llevado al hospital. Salí bajo observación por la noche y su actitud hacia mí parecía haber cambiado. Decía que se haría cargo de mí, que me acompañaría al psiquiatra a las visitas al hospital.
A esa altura estaba con más medicación, tomaba más antidepresivos y tenía fuertes ataques de ansiedad. Cuando eso me pasaba, él me daba dosis más altas de medicación y me daba alcohol, de esa manera me podía manipular más.
La relación era una montaña rusa: teníamos días buenos, días malos, unos me decía que me quería, otros días pasaba de mí; hoy te adulo, mañana te hago daño y así.
Tuve varios intentos por dejarle pero él volvía a buscarme, me hacía escándalos en los pisos compartidos y yo me sentía avergonzada entonces me tenía que mudar a otro sitio, sintiéndome cada vez más inferior, más nada.
Con el tiempo conseguí un trabajo. Trabajaba 14 horas diarias para poder pagarme un abogado para mi divorcio (había pasado más de un año y mi ex marido seguía puteándome para no darme el divorcio).
Llegué a pesar 45 kilos y pasado el tiempo pude conseguir recuperarme un poco y por fin logré divorciarme luego de dos años y una lucha intensa.
Mi relación con mi perverso narcisista iba a peor. Se fue volviendo más agresivo conmigo. Me culpaba de sus problemas, de que no tenía trabajo y yo sufría por que no llegaba a entender su comportamiento entonces me culpaba a mí misma y sentía que había hecho algo mal. Su conducta también era controladora y eso me daba mucho miedo. Por sus celos, me llegó a arrancar un vestido en la portería de donde vivía diciendo que le engañaba con otro. Luego me pedía perdón llorando y así...
“¡Eres una puta, una guarra!”, “¡Las putas son más limpias que tú!”, “¡Mis amigos me pagan las putas!” y si no hacía lo que él quería, me decía: “Me voy con alguna putita, o con mi ex”.
Yo me volvía del dolor, del daño que me hacía y me iba a beber… y volvía a estar mal. Lloré tantas veces por el daño que me hacía, tantas veces que nadie se podría imaginar. Mi cabeza no entendía.
Me decía a mí misma: “Me lo merezco. Algo he hecho mal porque él me castigaba y yo lo quería de verdad”
Me cuesta mucho explicarlo, escribirlo todo porque mi mente está mal, cansada.
El principio del fin
Un verano decidí alejarme de él por tanto sufrimiento. Lloré mucho. Lo extrañaba, pero me aleje y cometí el error casi a los tres meses de volver con él. Hubo un reencuentro por internet y me pidió perdón por todo el daño y me dijo que me amaba y caí. El resultado fue que lo bueno duró poco: de nuevo peleas, desconfianzas, me controlaba a través de whatsapps acusándome, me machacaba de noche cuando más débil estaba ....pocos ratos de amor hubieron y los pocos eran fingidos y falsos. Pero algo cambió en las disputas porque empezó a autolesionarse las muñecas. Me enviaba fotos por whatsapp y me decía: “¡Toma hija de puta, ahí tienes sangre!” y yo me sentía mal y culpable. Quería irme y no me dejaba. De las muñecas pasó a las pastillas y también por mi culpa. En los partes de urgencias decía: “He discutido con mi pareja, me autolesiono”. De las muñecas pasó a cortarse los brazos, a flagelarse la espalda y a enviarme las fotos. Yo le decía que eso era insano y que me hacía daño. Discutíamos, yo quería hablar bien con él pero llegó a cortarse delante de mí…fue terrible. Ya mi cabeza no daba más.
Finalmente, al cabo de unos días ya no aguanté más y lo dejé. Se ofendió mucho y otra vez discusión por whatsapp pero de lo más denigrante hacia mi y por una foto que le había enviado hacia días de cuando yo tenía 30 años con un vestido de novia sentada en una cama se rajó sus partes del asco que yo le daba. Decía que lo había denigrado como hombre.
Así acabo la historia. Yo quedé traumatizada y tan culpable que aún así, continué escribiéndole y preguntando por su herida
Al mes de dejarle tuve que hacerme analíticas, sentía miedo, lloraba, sufría, tuve que ir a psicólogos y ahí descubrí que su perfil era el de un perverso narcisista: se inventó un personaje, una máscara para manipularme y lavarme el cerebro.
Así que mi relación no fue real ni él tampoco. Descubrí muy tarde que todo fue mentira . Nunca fue mosso de escuadra. Todo era absolutamente mentira, tenía una doble vida que ocultaba muy bien.
A todo esto, tiempo después recibí amenazas de denuncias de parte de él y continuó llamándome de madrugada a través de un número oculto, dejándome mensajes con voz distorsionada.
Cuatro meses después de haber terminado la relación, me escribió diciéndome que sentía mucho haber sido tan duro pero se tenía que proteger de mi porque para él y sus psicólogos yo soy la maltratadora.
Esta es mi historia. Luego de seis meses aún tengo pesadillas, shock emocional, tristeza, desilusión, desmotivación, pérdida de apetito y de ilusión por la vida, falta de concentración, cansancio, fatiga y estoy en tratamiento con una psicóloga y por supuesto sigo culpándome a mí misma y sintiendo miedo a los hombres.
Espero que mi horrible vivencia le sirva a alguna persona...
¿Y ahora qué hago con todo esto?
"Si me he abierto a contar mi historia es porque es mi grito ante el mundo.
Ojalá hubiese denunciado pero el miedo a veces te hace guardar silencio, sentía vergüenza de no ser comprendida, de que la sociedad me culpara por ser mujer.
Hasta que un día, a pesar de estar tocando fondo, se encendió una pequeña luz y dije ¡basta, ya no más! ¡ya no me gritarás! ¡ya no me faltarás! ...ya no más.
He de explicar también, que después de todo tu mente aún así se queda incrédula por las dos máscaras que utiliza y hace que te sientes dividida en dos. Una parte recuerda esos momentos de dulzura, de amor, de seducción y la otra parte, recuerda al monstruo.
En un momento empiezas a querer buscar respuestas y te preguntas: ¿por qué me elegiste a mí entre tantas que decías tener? ¿Por que si dices poder tener a cualquier mujer? ¿por que querías tenerme a mi? Y empecé a querer buscar respuestas y a enviarle a los dos meses de la ruptura esas preguntas por email, sin recibir respuesta alguna. Entonces le escribí que iría a su casa a recibir esas respuestas a la cara. Cogí un taxi -pues tenía el pie escayolado por una caída-, llegué a su casa, toqué a la puerta pero no me abrió. Me preguntó: “¿quién eres?” Le dije: “Quiero hablar contigo, por favor” pero no me abrió. Entonces bajé a la calle, me senté en un bar y vi bajar a la madre quien me dijo que subiera, que estaba sólo. Volví a subir y otra vez no me abrió la puerta. Al bajar me encontré con los mossos de escuadra. Él los había llamado. Los mossos me dijeron que lo estaba acosando y les dije que sólo quería hablar, nada más. Sentí tanta humillación… tanta vergüenza. Finalmente no pasó nada con los mossos. Me quedé bloqueada y me marché ya que no pude defenderme ante la justicia ...ya que él se encargó de darle la vuelta a todo."
¿Qué es un 'perverso narcisista?
“Sé que muchas lectoras pensarán que fui una inepta, pero es muy difícil salir de una relación así ya que un perverso narcisista alterna seducción y maltrato para ir desestabilizando a la victima. Toda información que compartas con él, seas novia, pareja, amiga, hermana, etc., es para poder manipularte y utilizarlo en tu contra. Un perverso narcisista es una persona sin empatía real, sin emociones, incapaz de amar, que proyecta en la otra persona sus miserias y la culpabiliza para no sentirse responsable de nada. No tiene remordimientos y saben elegir bien a sus victimas.
Son altamente tóxicos y egoístas en las relaciones sexuales. No sienten afectividad con nadie, sólo son usadas como objetos para su propio placer. Tienen deseos de venganza, ira, envidia y destrucción.”
Es difícil establecer una definición del perverso narcisista; ello sólo es factible mediante el análisis de casos concretos.
Sin embargo, las definiciones que más se acercan a este concepto son el Trastorno narcisista de la personalidad y la Psicopatía.
Sin embargo, este recurso terminológico se utiliza a veces en psicopatología para designar a individuos que presentan una personalidad marcada por rasgos exacerbados de Narcisismo y de perversión, consistente en la satisfacción de deseos y necesidades a expensas de los otros. El perverso narcisista adolece de incapacidad patológica para sentir culpa y sólo le preocupa la imagen que proyecta al resto, sin llegar a considerar a los otros como personas, es decir para él sólo son objetos que puede utilizar.
El actuar perverso, según Marie-France Hirigoyen, se caracteriza por la falta de comunicación, ya que este sujeto elude las preguntas directas y como no habla proyecta una imagen de grandeza o de sabiduría.
El agresor perverso siempre niega la existencia del reproche y del conflicto; neutraliza, pues, a la víctima al hacerle creer que el problema es inexistente.
El mecanismo de este tipo de personalidades se articula negando a sus víctimas la oportunidad de ser oídas, pues no le interesan otras versiones de los hechos. Con esta supresión del diálogo, el perverso viene a decir que el otro no le importa.
El mensaje del perverso suele ser voluntariamente vago; con ello genera confusión y aún recurre a negar lo dicho para eludir los reproches. Al tiempo que se abstiene de terminar sus frases, utiliza alusiones y envía mensajes sin comprometerse.
El perverso utiliza la mentira, pero no de una forma directa; más bien prefiere usar un conjunto de insinuaciones y silencios que generen un malentendido en su propio beneficio.
La agresión perversa se caracteriza por llevarse a cabo en silencio, mediante alusiones e insinuaciones. Con ello, el perverso evita que se pueda determinar cuándo haya podido comenzar, o bien que se pueda catalogar su naturaleza, ya que infunde confusión en la víctima; ésta, si llega a señalar el hecho pernicioso, será refutada por el sujeto perverso y, más aún, la querrá convencer de que es ella la agresora.
Ref.: Wikipedia.org
¿Te animas a compartir tu historia?
Somos muchas las que hemos vivido relaciones violentas sin siquiera saberlo y que aún hoy en día toleramos actitudes machistas que nos perturban y limitan en nuestro desarrollo.
Podemos hacer visibles estas historias. Somos nosotras las que podemos romper los silencios para que que esto no se siga repitiendo.
Visualizo espacios donde las mujeres de todas las edades se reúnan a hablar y cantarse sus verdades. Visualizo a niñas que escuchen con la mirada y los oídos atentos a las historias de las mayores. Visualizo un futuro donde las chicas adolescentes no elijen noviazgos violentos porque saben lo que es mejor para ellas.
Se necesitan muchas almas para cambiar la historia, pero cada granito de arena, por muy pequeño que sea, ayuda a crear consciencia.
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