Tocar FONDO
Hay momentos en la vida que nos arrastran hacia la tristeza y la desesperanza. Nos sentimos solas, incomprendidas y no encontramos en el mundo una persona o un lugar donde sentirnos seguras, amadas y a salvo.
Las circunstancias que atravesamos nos han alejado de la luz. Todo es oscuro y negativo y rechazamos todo aquello que pretende sacarnos de nuestro lugar.
Las decisiones que tomamos desde este lugar, nos suelen aislar y hacernos daño. Estamos en un rincón vacío, donde escasean los motivos para sonreír y todo se tiñe de oscuridad.
Conozco ese lugar. Lo conozco porque he estado allí y he mirado a los ojos del dolor y el sufrimiento. Un encuentro con la oscuridad donde parece que tenemos un volcán que siempre está a punto de estallar ante el más mínimo intento de que alguien desee sacarnos de allí.
Un tiempo que necesitamos vivir así, respetarnos, escuchar nuestros sentimientos y permitirles que se manifiesten. Es ese momento al que llamo “tocar fondo”. Cuando sentimos que más bajo no podemos caer porque ya estamos haciendo tope con lo más doloroso de nuestras vidas.
Allí, solas con nuestras penas, nos encontramos ante la presión de decidir. Así de rotas, débiles, aisladas por nuestro mismo deseo de rechazar todo lo exterior, estamos tocando fondo y ya no podemos bajar más.
¿Qué podemos hacer entonces? ¿Seguimos allí alimentando y protegiendo nuestro dolor de todo lo que nos rodea, o intentamos impulsarnos para empezar a subir?
¿Qué me podría impulsar a subir si ya conozco lo que hay arriba y me ha hecho mucho daño?
La respuesta, amiga mía, la tienes solamente tú. Sólo tú podrás saber cuándo es el momento para ti. Sola, en tu caparazón, puedes preguntarte a ti misma donde quieres estar, e intentar conectar con la luz de tu corazón, esa que todas tenemos por más oscuras que nos sintamos, pues la oscuridad no existiría sin la luz.
Ya has bajado hasta el fondo de ti y has comprobado que allí sólo hay sufrimiento constante y soledad. Has mirado tu dolor porque necesitabas hacerlo y tu ser te lo ha pedido. Pero también sabes que arriba al menos hay luz, hay calor, hay brazos dispuestos a abrirse para ti, y hay una parte dentro tuyo que quiere creer, que quiere soñar, que sabe que puede amar.
Antes de despedirme, quiero compartir contigo algunas palabras que me han ayudado a mirar la vida desde otra perspectiva y me han ayudado a salir de mi caparazón. Te invito a decirlas en voz alta y repetirlas hasta que sientas que el cascarón comienza a resquebrajarse y tu verdadera esencia, comienza a salir:
No tengo que sentir culpa por sentirme feliz porque otros no puedan serlo. Mi felicidad sólo depende de mi, no puedo esperar que otros me hagan feliz ni aceptar que yo debo hacer felices a los demás. Son mis decisiones, las que tomo todos los días, las que me conducirán hacia la luz o hacia la oscuridad dentro mío.
Todas tenemos una sabiduría en nuestro interior. Soy sabia, soy maestra. Me escucho y me respeto. Me conecto con mi esencia de mujer y con la energía de luz que hay en mí.
Mi dolor, mi sufrimiento son parte de mi. Los veo, los reconozco, los abrazo, les doy su lugar. Tienen un lugar en mi vida. Les doy las gracias porque ahora sé lo fuerte que puedo ser. Ahora elijo abrazar la vida y caminar hacia la luz. Elijo ver la luz en mi, aceptarme y amarme como soy.
No tengo que satisfacer las expectativas de nadie. No seré como otros quieran que sea y no pediré a otros que sean como yo lo deseo.
Sólo viviré mi propia vida y me negaré a vivir la vida que otros quieran para mi.
Sé que puedo lograrlo. Soy capaz de lograr lo que me proponga. Nadie podrá hacerme creer lo contrario, pues nadie conoce mi historia mejor que yo.
por Sonia Andrea Zoricic, creadora de MAIME